Destruir para reconstruir, tras el Peter Pan de Loisel




Diferentes autores han revolucionado las ideas estéticas a lo largo de la historia de la humanidad, sin embargo, cabe dedicar un poco más de nuestro tiempo a los artistas de principio de siglo de siglo xx como predecesores de nuestra más rigurosa actualidad: la postmodernidad. Aun hoy, en los «diez» del siglo xxi, su huella es innegable, aunque también es cierto que muy poco a poco nos independizamos de los padres. Ellos rompieron con ideales que, si bien es verdad que habían sido quebrantados anteriormente, debían ser reformulados con madurez: la belleza absoluta, la duda de lo real y el espacio, la dimensión religiosa, etc. Una de las maneras de replantearse estas cuestiones fue mediante la fusión de las diferentes artes, hecho que hoy con total probabilidad no nos llame la atención, pero que en la época de la Residencia de estudiantes de Madrid supuso la amistad y trabajo conjunto de tan ilustres como Dalí, Buñuel, Lorca…

La relación que hemos establecido en la crítica, y creo que a un nivel de aficionados también, entre literatura y artes plásticas se ha enfocado en cuanto a cómo esas rupturas se han reflejado de manera individual en ambas prácticas y las influencias puntuales entre ellas –véase la interpretación del mito literario de Aracne en el cuadro de Las hilanderas –, sin embargo, me parece interesante verlo en un práctica que unifica las dos artes donde no se puede disociar el arte plástico y la literatura. Por ello, he decidido centrar mi reflexión a este propósito en un cómic. Como argumentación al formato sirva el que en ellos se establece una relación de codependencia entre las dos artes y, así, las rupturas que hemos mencionado y que serán las raíces de la postmodernidad, se muestran de manera más evidente.

En este caso me centraré en Peter Pan de Régis Loisel publicado en 1990. Depende de quién sea el usuario, receptor, de este cómic, puede acudir a él pensando o bien en la adaptación que realizó la productora Disney (1952) del libro homónimo de Matthew Barrie (1904), o bien pensando en el propio libro. No obstante, ninguna de las dos obras es necesaria para entender la obra de Loisel, aunque sí que se establece un relación entre las tres, explicitada por el autor en numerosas entrevistas. El cómic pretende ser el background de la película y el libro, donde el autor pretende dar un origen y una explicación y de este modo completar las otras dos obras. Es decir, pretende completar una obra audiovisual y al mismo tiempo una literaria.

¿De qué manera lo completa? Analizaremos dos unidades básicas en ambos formatos, el tiempo y el espacio. Pero antes, ¿qué nos cuenta Loisel? Situados en el Londres de 1887, un niño llamado Peter vive en la miseria de un mundo de adultos, en el que su madre no le quiere y le obliga a prostituirse por alcohol, una noche Campanilla va a buscarle porque el Capitán Garfio va a robar el tesoro del mundo de la imaginación. De este modo, Peter conoce a Garfio, se convierte en pirata y tras ser traicionado por él conoce a Pan, jefe del mundo de la fantasía, del que se hace amigo y con el que se fusiona una vez que éste muere. A partir de este momento, convertido en jefe del mundo de la imaginación Peter se convierte en Peter Pan y empieza la configuración del personaje que conocemos hoy en día.

Además, mágicamente para quienes nos hemos acercado a las tres obras, ésta ofrece una suerte de continuidad en el personaje de Peter Pan  ya que, si bien es cierto que los sucesos del cómic son anteriores a las dos obras, esta pieza del engranaje nos hace entender mejor características, que no cuadraban bien en la película, del Peter edulcorado de Disney. De este modo, de la secuenciación de las obras y de la relación que se puede establecer, y de la que cabría hacer un estudio en profundidad, tenemos una muestra de intertextualidad que rompe los textos que se cruzan y que crea uno nuevo. Como nos dice Nietzsche: «Destruir para reconstruir». Y es que este es el modo que introdujeron aquellos hombres de principio de siglo. No había que desechar las antiguas ideas, no había que confrontar unas con otras, había que romperlas para poder reconstruirlas adaptadas y cosidas a nuestra realidad. He ahí el comic.

En él hay una combinación de tipos de textos, la película (imagen) y la obra literaria (la palabra) que nos da un texto híbrido, el cómic (imagen y palabra). Sin embargo, no serán sólo estos dos medios los que se crucen, ya que la imagen fija (a diferencia del cine) es uno de los elementos fundamentales para este género híbrido, tendremos también influencia, y no nos aventuramos a decir intertextualidad puesto que no conocemos la obra exacta que ha podido tomar, de la pintura:



                                                                           Tempestad, Loisel, 1990


La tempestad reflejada en el cómic de Loisel tiene la misma composición que las «tempestades» que podemos encontrar en pintura, sobre todo en Alemania, convirtiéndose en el reflejo de dos ideas: la tempestad propiamente dicha, como podemos ver en el cuadro de Turner La tempestad, pero también como ejemplo de la nave de los locos, motivo de origen alemán. Esta obra, Das Narrenschiff estaba compuesta de 112 cuadros acompañados de grabados donde los diferentes tipos de locura o necedad se aventuraban al mar en una balsa. No era un cómic sobre la lofura, peronsí eran escenas con relación. El motivo continuará con el Bosco y en el caso de Loisel podemos ver que los locos que ocupan esa balsa son los miembros del mundo de la fantasía: los que no tienen conciencia del tiempo, aquellos que no crecen y que no tienen responsabilidades, los que habitan en un mundo sustentado por la imaginación, quizá, los cuerdos, quizá nuestros artistas.

De este modo podemos ver características que comienzan a desarrollarse a comienzos del siglo XX: la intertextualidad y la hibridación. Y no es algo que nos sea tan ajeno ¿quién no ha leído un cómic? Y, sin embargo, desechado como obra de arte resulta que es la confluencia de todo lo anterior, un nuevo modo de entender. Me hubiera gustado que Dalí leyera este cómic.

Alejados ya del sentido genérico o formal que hemos tratado antes y una vez que conocemos qué historia se nos cuenta, también es interesante destacar, sin extendernos mucho, otras dos características de la obra de Loisel: la ruptura del tiempo y el espacio, y la ruptura de la realidad. Nos centramos en estas dos porqu así como sabemos que a principios del xx y en la actualidad es el sujeto, ya el artista ya el receptor, quien da estas coordenadas a las obras, quien expresa su realidad, en el cómic de Loisel tendremos una relación diferente. El lector de la obra será pasivo en cuanto a la recepción de imágenes y será con ayuda de la narrativa cuando comprendamos la existencia de espacios de indeterminación pictóricos y encontremos los narrativos, no obstante, en cuanto al tiempo y el espacio tendremos otro tipo de relación.

El espacio será muy definido para la parte racional del mundo, Londres. De él se nos darán nombres de calles y una definición estética concreta: obviamente urbano, oscuro, sucio, arquitectónicamente representativo. Pero, por su parte, el mundo de la imaginación y los sueños – no lo nombro como “Nunca Jamás”, porque Loisel no emplea este nombre en ningún momento – estarán compuestos por paisajes, espacios abiertos, por el mundo natural, siendo lo único definido el barco de Garfio y la casa que construyen los niños perdidos. Estéticamente en esta parte del mundo de Loisel tendremos una gama de colores brillantes, sólidos y una gran iluminación de todo el escenario.

En este mismo sentido, el tiempo parece que actúa de igual manera, el de Londres está perfectamente definido, a cada momento se nos da la fecha en la que se está desarrollando la historia, hasta el punto en que muchas ocasiones se nos da la hora exacta de la acción. Por el contrario el mundo de Pan, jefe de los seres mitológicos hasta que llega Peter, es un mundo sin tiempo, de hecho nos dirá una sirena: «¡Yo digo que hace mucho tiempo! ¡¡ Y añado que estoy categóricamente segura de nada!!» Y como vemos, derivado de ese no tiempo y no lugar, porque al intentar definir dónde están no pueden responder, entramos dentro del mundo de lo irracional.

Planteado de este modo, podemos ver que ambos mundos están perfectamente separados y que el espectador simplemente tendría que contemplar las acciones en esos dos escenarios. Sin embargo, al ser el cómic algo gráfico, visual, el cambio que vamos percibiendo en los escenarios no proviene de un narrador que elige las palabras para describírnoslo, ni supone una imagen diferente, sino que será los personajes quienes nos den ese cambio. De este modo, el espacio no es una visión subjetiva del autor o del receptor, sino del personaje, cambio para el cual no hay una explicación más allá que la psicología del personaje. De este modo ese Londres, que denominábamos oscuro y sucio, adquiere brillantez y color a medida que Peter evoluciona, el espacio evoluciona con y depende del personaje. En este sentido vemos que la relación entre palabra e imagen es inseparable y los cambios se producen en ambos de manera simultánea: si Peter literariamente evoluciona, lo hace también su entorno y su estética.

Con esta presentación espacio – temporal y las condiciones que nos establece Peter en su evolución, veremos un desvanecimiento de la realidad por parte del protagonista que queda aún más expuesto en dos personajes de la última parte del cómic: Jack el destripador y el huérfano Picou. Como no podemos explicar aquí la función de ambos personajes, baste decir que, si bien Peter está sometido a un desvanecimiento de la realidad, éste lo asume sin ningún tipo de problema a partir del asesinato simbólico de su madre, único elemento que lo ataba a la realidad. Por su parte, tanto Jack el destripador como el huérfano Picou, que están anclados al mundo “real”, a Londres, terminan en un sanatorio mental por no poder asumir ese desvanecimiento de la realidad, en el caso de Jack que es un asesino en serie, en el caso de Picou la muerte de su hermana Rose. Las causas en el cómic, leedlo.

No obstante, este desvanecimiento, es decir, este no saber qué es lo real y qué no, no viene dado sólo por las circunstancias psicológicas de los personajes, sino a un nivel quizá ontológico. Nos referimos a categorías que a lo largo de toda la obra se nos van ofreciendo, así el mundo de los adultos es un mundo sucio, criminal y perverso, que al ser comparado en el mundo de la fantasía con el de las sirenas resulta ser exactamente igual. En ambos lugares prostitutas y sirenas intentan mantener relaciones con Peter, por diversión; en el caso de las prostitutas de Londres, Peter no corre el riesgo de perder la vida si sucumbe, en el caso de las sirenas de hecho está a punto de morir. Sin embargo, Peter rechaza completamente el mundo de las prostitutas, las insulta y detesta, sabiendo perfectamente que eso es sucio y perverso, por el contrario, en el mundo de la imaginación, el problema de las sirenas queda como algo meramente anecdótico siendo más un problema de Peter, que literalmente tiene que “espabilar”, que algo que se pueda censurar.

Este es sólo uno de los ejemplos, que se repiten a lo largo de todo el cómic, de cómo se invierten los valores, de modo que lo que en el mundo real era irracional pasa poco a poco racional y coherente en el mundo de la imaginación. Podemos ver en esa inversión de valores, bajo mi punto de vista, la idea de Magritte que, centrado en el arte, nos señalará que tendremos una naturalización de las malas costumbres: “La falta de cuidado convierte las cosas más terribles en asuntos completamente inocuos”. Esto es exactamente lo que sucede a lo largo del cómic y por lo que hay una inversión progresiva de los valores, justificada porque las malas costumbres suceden en el mundo de la fantasía. Tanto es así que tendremos lástima de Jack el destripador, aunque en el cómic se nos enseña el estado de los cadáveres del mismo; u odiaremos a Rose, predecesora de la Wendy de Disney, por intentar hacer madurar a Peter, por decirle que no se puede encargar de los niños.

Lo maravilloso que nos permite este cómic, la literatura y las artes en general es poder plantearnos cuestiones que no son operativas en la vida real porque tienen consecuencias. Aunque parezca instrumentalizar el arte, de hecho éste sirve para algo, es nuestro campo de prácticas. De hecho, si la literatura sale de este campo lo llamamos trastorno, el de Peter Pan. Por ello, os invito a que os dejéis llevar por el morbo de este cómic, por la invitación a juzgar, por el placer y el accidente de asesinar, porque al fin y al cabo no somos Quijotes ¿no? Esa es la lección de los del xx y esa es nuestra libre elección.

Como conclusión, aunque parezca que todo queda a medias, cabe decir que las páginas que se podrían escribir sobre este cómic son infinitas, los desarrollos que se hacen a nivel psicológico, tendríamos que hablar del Capitán Garfio, creador de Peter y a su vez creación del propio Peter, o de Campanilla, uno de los elementos más peligrosos del mundo de la imaginación, los análisis procedentes de la recepción, la lectura de los espacios de indeterminación (extremadamente frecuentes) son harto complejos, por no hablar del nivel estético de difícil estudio.


Loisel nos ha dejado una obra analizable en sus mil aristas, que continente muchos rasgos de la postmodernidad, que tenían sus fuentes en esos revolucionarios de principios de siglos, en esos pensadores que se desarrollaron en el siglo xx. Por todo ello, me he querido concentrar aquí en sólo tres pinceladas del cómic, igualmente difíciles pero más sencillas de exponer en su superficie en pocas palabras. Lo mejor, acercarse a la obra y no ser un niño, como nos diría la película de Disney, sino ser un adulto cabal para poder entender por qué todos somos Peter y por qué existe Peter Pan.  Confiesa que tú también eres Peter Pan.




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