Han pasado muchos años de mis peores elecciones vitales. Cuando elegimos pensamos en el presente, quizá en un futuro no más allá de cinco o diez años. En mi caso, han pasado siete y todavía me come la culpa por algunas de mis decisiones. Estas malas elecciones, que en principio no tienen más transcendencia que para el individuo, se potencian si las hace una nación en su conjunto. En este sentido, en una ecuación matemática que me supongo, se deduce que la culpabilidad habrá de prolongarse más en el tiempo, pero ¿hasta cuándo?
Esta es
la cuestión que sobrecoge a nuestro autor, Berhard Shlink, en su obra El lector. Juzgada y basado su atractivo
en la relación de una mujer adulta con un adolescente, la novela oculta más. Schlink,
profesor de leyes y juez alemán, a través de la figura de Michael Berg, nos
ofrece una reflexión sobre la actuación de las generaciones siguientes a
propósito del holocausto nazi. La culpa, el arrepentimiento y el
desconocimiento gobiernan la novela que quiere ir más allá de la pura lógica
judicial, planteando de manera objetiva la participación de ambas partes. No lo
limita a un simple y moralista «culpables», sino que supone una exploración sin
dolor del porqué de los hechos y las circunstancias.
¿Cómo podemos
contarlo?
Por ello, considero que el tema es lo suficientemente
contundente como para dejaros por primera vez una verdadera sinopsis. Aunque
parece que hay spoilers, de verdad,
no hay. Los spoilers de la novela
serían otra cosa, indagad.
Alemania, pasada ya la Segunda
Guerra Mundial, un chico de 15 años enferma de camino a casa desde el colegio y
es socorrido por una mujer desconocida que lo acompaña a casa. Cuando se
recupera Michael acude de nuevo a casa de Hanna para agradecerle el gesto y es
en ese momento cuando empieza la relación sentimental entre ambos, hasta que
Hanna desaparece.
Pasado el tiempo, cuando Michael
está a punto de terminar su carrera como abogado, se matricula en un seminario
sobre Auschwitz gracias al cual acude como público al juicio a unas guardianas
de los campos de trabajo. En él vuelve a ver a Hanna, una de las acusadas, una
de las guardianas. Durante el desarrollo
del juicio Hanna confiesa sus actos, aunque poco a poco empezamos a ver ciertas
incoherencias entre la acusación, los testimonios de Hanna y los del resto de
las acusadas. En este momento el juicio tiene
un parón y Michael aprovecha para acudir a un campo de trabajo, el de Struthof,
buscando comprender y poder condenar el crimen de Hanna. Acabado el juicio,
Michael continuará con su vida.
Dieciocho años después, Hanna se
suicida en la cárcel un día antes de su puesta en libertad. En la carta de
despedida Hanna pide que Michael entregue su dinero a una de las supervivientes.
Así, Michael viaja a Estados Unidos para reunirse con ella. La superviviente no
concede el perdón a Hanna, pero permite que el dinero se entregue en nombre de
la mujer a una asociación judía contra el analfabetismo
Como podemos ver la posibilidad de tratar la culpa parte de
dos pilares: el amor y la educación. El amor es la primera relación culpable de
Michael y la última de Hanna, la educación es la excusa para que todo esto
suceda. Para que comprendamos al otro.
La historia en sí misma es una novela de formación. En ella
se nos permite ver la evolución del protagonista, Michael, desde su
adolescencia hasta su madurez tardía. En todo ese proceso, podemos ver a través
de los sentimientos que aloja en sí Michael, no solo por Hanna, sino también por
sus compañeros y por su pueblo, lo difícil que es culpar a alguien que queremos
y peor, que somos. Michael no deja de ser un muchacho alemán que ha sido criado
por quienes callaron en su momento, los que fingieron no ver. En ese sentido,
la parte del juicio es la más reveladora, puesto que alguno de sus compañeros
critican abiertamente la actuación de sus padres, libres de culpa ellos
supuestamente. Pero es que somos nosotros los que juzgamos, ¿no? ¿Nosotros
hemos de perdonar?
Sinceridad como
modelo narrativo
Aunque no sabría cómo llamarlo, si sinceridad o ingenuidad,
sin duda este es el gran punto que a día de hoy hace que vuelva al libro y lo
repiense. Lo fundamental de esta novela es que nos permite, de una manera real,
que juzguemos por nosotros mismos.
Increíblemente Schlink lo consigue desde el principio de la
novela de una manera muy sencilla: cede su voz al protagonista. Aunque puede
parecer que el recurso es fácil, son muchos los escritores que dando voz a sus
personajes no pueden dejar de traslucirse en ellos (por poner un ejemplo, Naomi
Alderman). Sin embargo, la narración de Michael Berg sobre la culpa permite que
el lector entre libre de prejuicios en la cuestión y se adentre con la misma
ingenuidad que gobierna al protagonista.
Poco a poco el protagonista, a través de su relación
afectiva, va asumiendo lo que es la culpa, lo que es no prever las
consecuencias, lo que es conocerlas y aceptarlas aún con esas. Desde ese primer
acercamiento no agresivo, lento y bien expuesto, y enmarcado en la
inexperiencia de la juventud, pasamos a una culpa más compleja. La culpa de
Hanna
Con ella, la culpa no se justifica, como podríamos pensar en
un principio. No se maquilla en ningún momento el acontecimiento tratado, el
holocausto. De hecho, lo que hace que podamos acercarnos a esa perspectiva de
la culpa, la simpleza de Hanna Schmidt, refleja aún mejor y quizá con más
crudeza lo sucedido en los campos de trabajo, ella no se sentía culpable en ese
momento.
Y las perspectivas no terminan, tenemos también testimonio
de las víctimas que ofrece su visión del no perdón. No se puede perdonar de
ninguna manera lo que ha sucedido. Con esto y con el final del libro, en el que
el autor no emite juicio alguno en boca
de Michael, se permite que el lector sopese todo lo que se ha desarrollado y se
plantee qué haría en su lugar. ¿Perdonaríamos la culpa que recae sobre nuestros
padres? ¿Somos los indicados para perdonar? ¿Seguimos siendo nosotros
culpables?
La culpa en los
personajes
Esta sinceridad de la que he hablado más arriba no implica
que los personajes sean simples o no tengan responsabilidades. Ambos hacen mal,
como veremos a continuación, y esa culpa individual se aúna a la culpa y
castigo que el pueblo alemán ha soportado.
Narrada en pasado a modo de memorias, el
narrador-protagonista, Michael Berg, realiza un flashback desde el presente. Así
consigue el narrador, adulto y con su vida hecha, que conozcamos a su yo del
pasado, un muchacho ingenuo, curioso y feliz con su relación con Hanna, aunque
también incómodo e inexperto. Poco a poco este muchacho limpio comenzará a
sufrir las consecuencias, ya que evoluciona a un hombre incapaz de mantener una
relación con una mujer. De esta manera el personaje justifica su propia
caracterización psicológica, es un hombre que evolucionó al margen de lo
social. Porque todo esto conlleva para
él una desgracia: ¿cuánto tiempo podemos culpar a alguien?, ¿cuánto tiempo
podemos o debemos sentirnos culpables?
Frente a él encontraremos a Hanna, una mujer adulta que
ronda la treintena y que parece no tener pasado. Su relación con Michael supone
una segunda oportunidad, aunque esto no lo sabremos hasta casi el final de la
obra, por lo que su evolución se efectúa de manera abrupta durante el juicio y
su estancia en la cárcel. En esos momentos, cuando descubrimos el pasado de
Hanna, entendemos su comportamiento con Michael. Lo que resulta de esta revelación
de culpas es que la carga de Hanna es otra completamente diferente, más
compleja. Y Michael cae abatido por ello. Ya no puede culparla, ha quedado solo
él con su culpa. Y parece que nosotros
la libramos de la culpa también.
Sin embargo, el autor no deja de explicarnos que esto no es
cosa de individuos. Michael acarrea la culpa de su juventud y Hanna la
inexperiencia en los campos de trabajo, pero en la novela hay asuntos mayores.
Así encontramos que los personajes corales, es decir, el resto de acusadas y el
aparato jurídico, cumplen la misión de reflejar las justificaciones del pueblo
alemán sobre el holocausto y las acusaciones sobre el holocausto,
respectivamente.
No es para tanto
Reconozco que la obra no es para tanto. La lees un par de
veces y ya has explorado todo lo que te puede dar.
A nivel técnico, en los pasajes narrativos el ritmo es ágil
y fluido, pero hay algunos pasajes que no aportan contenido a la trama o
aportan poco para el gran desarrollo que se contempla (sobre todo teniendo en
cuenta que lo que aportan es deducible). Los pasajes oníricos y los monólogos
interiores son reveladores, la verdad, pero frenan muchísimo el hilo de la
novela y nos dejan en una reflexión suspendida.
Por otro lado, en la obra se relatan una serie de crímenes
nazis los cuales, según algunos críticos, están muy atenuados por lo que el
autor caería en falsificación histórica. Ahora bien, debemos reconocer que nada
de lo que cuenta es falso y que la intención de la obra no es explicar cómo era
la vida en los campos sino las consecuencias a posteriori en las siguientes
generaciones, explicar qué posibles circunstancias pueden llevar a una persona
que no es inherentemente malvada a ejecutar esos crímenes y, por último,
cuestionarse las ideas de culpa y perdón.
Finalmente, cabe reconocer que la libertad que nos ofrece
para reflexionar sobre la culpa podría conllevar como punto negativo que el
protagonista parezca quedar a la deriva una vez que la causa de esa culpa,
Hanna, desaparece. Sin embargo, y como esto va de culpas creo que este punto
negativo de lo mejor de la novela es culpa nuestra. El límite de la culpa es
que no hay límite, que lo determinamos nosotros. Y aún somos unos niños que
tienen miedo a no sentirse culpables.
Hola! creo que es una novela un poco fuerte y no del género que suelo leer, aunque eso no le quita lo interesante y llamativo, además fue una reseña muy buena :D
ResponderEliminarGracias Andrea
EliminarSí, el tema de fondo es duro, aunque te animo a leerla ya que la gravedad del asunto se lleva bien en la lectura. Además, el punto de la relación entre el protagonista y Hanna está muy bien =)
Hola! Me encanta cómo redactas, Laura! Parece un libro que te hace pensar y replantearte muchas cosas. La culpa es un sentimiento horrible, no hay nada peor que no sentirse a gusto con uno mismo.
ResponderEliminarGracias, Sofia! Cierto, además cuando ya todo ha pasado, el hecho, te han perdonado, el tiempo, es difícil saber cuándo dejar de sentirse culpable.
EliminarHola Laura! Sinceramente, como buena lectora, estas son las reseñas que me gustan leer: sencillas, pero súper completas y entendibles. Me parece una historia súper interesante. Muchas gracias por tomarte el tiempo de reseñarla tan bien!
ResponderEliminarGracias Romina, me alegro de que te guste la reseña. Ese es el objetivo que os llame la atención en el libro, pero que a la vez no sea pesado el artículo.
EliminarGracias a ti por pasarte por el blog =D
¡Hola Laura! Me ha encantado tu reseña, la historia me ha parecido interesante a ver si me animo a leerla .
ResponderEliminar¡Hola! Gracias, me alegro de que te haya gustado. Si te lees libro cuéntame que te parece =)
EliminarHola!
ResponderEliminarMe encanta como escribis. La historia me parece un poco fuerte pero no descarto leerla.
Muchas gracias por tu recomendación.
Besos
¡Hola!
EliminarGracias, me alegro de que te guste cómo escribo. La historia es fuerte en su final, aunque en el principio es muy hermosa. Si te lo lees cuéntame.
Besos, ^,^