«Mis antepasadas danzan», «Las deidades son muchas cosas». Binti y Binti: Hogar de Nnedi Okorafor

Una de las cosas que más me gusta de la literatura es la capacidad que tiene de enseñarnos y de hacernos llegar hasta nuestras manos conocimientos que se encuentran a miles de kilómetros. Además, es una gran simuladora, ya que en muchas ocasiones lo que nos llega a los ojos a través de las letras tiene un mensaje oculto, una realidad que hay que desentrañar. Para no ponerme tan mística, poco o mucho cada libro tiene un mensaje, un algo que quiere decir. Ese mensaje puede ser sencillo, como trasmitirnos un amor (he dicho sencillo no simple) o puede ser tan complejo, como explicarnos cómo es una cultura. Es cierto que no hay que confundir la ficción con la realidad, pero no debemos menospreciar la realidad que hay detrás de la ficción.

Por todo esto, esta reseña se me antoja especial, porque me ha enseñado muchas cosas, muchas perspectivas, y porque además como literatura me ha dejado maravillada. Hoy traigo las dos primeras partes de la trilogía de Nnedi Okorafor, Binti  y Binti: Hogar. Ambas han sido publicadas en español por la editorial Crononauta, en una edición estupenda y la tercera parte saldrá a finales de este año. 

¿Por qué he querido hacer la reseña ahora y no esperar al tercero? Porque la historia se está desarrollando de tal manera que el acto final va a ser muy genial, no me cabe ninguna duda, y quiero animaros a llegar a él. Además, a pesar de ser una trilogía, el primer libro se puede leer de manera independiente, no así el segundo, y como tal han sido galardonados con premios de Ci-fi y recomendadas por autores tan geniales como Le Guin o Gaiman. 

Otra de las cosas por las que el libro me ha resultado tan especial es por quién es su autora. Cuando estudiaba literatura en la facultad nos enseñaron el concepto de periferia narrativa, es decir, todas aquellas obras que se quedaban en los límites del eurocentrismo (ahora ya occidentalismo). Me interesaron desde ese momento y este es un buen ejemplo, ya que aunque Nnedi Okorafor vive en Estados Unidos, su familia es nigeriana y ella no ha perdido el contacto con sus raíces como podemos apreciar en cada línea de esta novela. Vamos a por una novela con toque africano. 

Su nombre es Binti y es la primera de los himba a la que se le ha ofrecido una plaza en Oomza Uni, la mejor institución de enseñanza superior de la galaxia. Aceptar esta oferta significará abandonar algo más que su familia y su hogar, será indagar en qué significa ser una himba, ser ella. Sin embargo, en el camino de Binti se cruzarán las medusas, una de las razas más beligerantes de la galaxia. Una de ellas, Okwu será capaz de acercarse a Binti. Un año después de su ingreso en Oomza, Binti vuelve a casa, necesita reafirmar quién es. Pero el Pueblo del desierto viene a por ella. Junto a la muchacha Okwu, la primera de su raza que pisará la Tierra en cien años. 

Un pueblo por descubrir: Binti

Los himba no viajamos. No nos movemos. Nuestra tierra ancestral es vida: si te alejas de ella, te apagas.

Ante todo, la trilogía de Binti nos cuenta la historia de una tragedia, la tragedia de una muchacha que con una inteligencia excepcional tiene que elegir entre una cultura completamente cerrada, que no le permite desarrollarse más allá, o abandonar esta cultura para poder seguir ampliando sus conocimientos, perdiendo en cierta medida lo que ella siente que es, su esencia. Es un conflicto entre la tradición y nuestra libertad individual. 

Cuando comienza nuestra historia, se nos presenta a una muchacha que ha tomado la decisión de irse de casa para ir a la universidad. Su mundo es algo diferente al nuestro, ya que la relación de los seres racionales con los objetos se realiza a través del entendimiento matemático, de manera que la forma de manipulación es a través de ecuaciones. Binti ha sido elegida para ir a esa universidad porque su capacidad es muy alta y ha llegado a convertirse en maestra armonizadora, es decir, puede reconfigurar matemáticamente hasta llegar a la armonía los objetos de su alrededor. Aunque puede parecer especial esta circunstancia, el drama viene cuando nos damos cuenta de que la universidad es galáctica y, lo que nos es más dramático, que sus padres se oponen.

La  oposición viene porque Binti tiene que untarse el pelo y la piel con barro rojo (Otjize), lleva aros en los tobillos para evitar las picaduras de serpiente y se trenza el pelo siguiendo un patrón propio de la familia. Binti es una himba y como tal debe quedarse en su pueblo, vivir como armonizadora y encontrar marido para ampliar su tribu. Frente a esto, la vida que le proponen en la universidad, bajo la perspectiva de los padres, es una vida de deshonra, en la que la chica será utilizada a placer de la entidad galáctica y en la que solo sufrirá marginación por ser himba.

Sin embargo, pronto descubrimos que la familia de Binti no tiene del todo razón y descubrimos también que Binti tiene una maldición encima: es armonizadora. Cuando se embarca para ir a la universidad, su tutor en la nave le permite continuar con sus costumbres y, aunque de todo hay, el resto de alumnos no la discriminan tanto como cabría esperarse. En cuanto a la maldición, en el mundo que nuestra autora ha creado, ser maestro armonizador es una de las más altas capacidades que se pueden tener, pero no para Binti, ya que su capacidad la lleva a ser irremediablemente la heroína de muestra historia. Y no es un recurso narrativo que os esté contando, es que tal cual, ella no se plantea si ha de hacer o no las cosas, si debe interferir o no, sino que su propia capacidad la impulsa a querer armonizar lo que entendemos por caos: la guerra. Este será el impulso principal de toda la historia de la trilogía, cómo Binti sin «pintar nada» en principio entra en el conflicto entre los koush y las medusas, entre unos y otros.

Esto llevará a nuestra protagonista a confrontarse, como se veía venir, a su propio pueblo. Nnedi Okorafor explica maravillosamente bien el conflicto que sobrelleva Binti en su interior, de manera que el personaje nos llega a decir que muere cuando se va de su pueblo, ya que sabe que sus padres puede que no la acepten de nuevo, sabe que no podrá reincorporarse a su cultura y sabe que muy probablemente ella no quiera hacerlo, aunque encuentre consuelo y esperanza en sus tradiciones. Y no será la única vez que Binti se nos muera de esta manera. A lo largo de lo que va de trilogía ella intentará arreglar esta situación de todas las maneras posibles: psicólogos, modo en el que coincide con Okwu, peregrinaciones de purificación… Pero parece que el camino es otro.

La otredad: Okwu

Todas estas contradicciones que parece tener Binti, y las cuales, hay que decirlo, la autora expresa tan certeramente y de manera tan natural que nos parecen muy lógicas, se ven resaltadas y contrastadas con la figura que a mí me ha enamorado de la novela: la medusa Okwu. No puedo desvelar mucho de ella, ya que sería destripar la historia, pero sí quiero deciros que ella acompañará a Binti durante la segunda novela, ya que el viaje de exploración no parte solo de romper con lo nuestro, que desde nuestra cultura no solemos hacerlo, sino también tiene punto de partida el conocer lo del otro. Eso es a lo que dedica Okwu, que nos enseña a nosotros qué es el otro, desconfiando, cediendo y reaccionando, agradeciendo también. La investigación de la otredad lleva a que en muchos casos podamos encontrarnos a nosotros mismo y, en este sentido, estad atentos al personaje de esta medusa porque creo que es una amiga que tiene mucho que decirnos.

Mis antepasadas danzan.

Las Raíces y conflictos del Hogar, de lo conocido

Aunque no estoy diferenciado a propósito las dos partes que me he leído, porque la reseña es de la historia global, es muy interesante cómo en la segunda novela, Binti: Hogar, nuestra autora ha tomado la condición de forastera de Binti y la ha enfrentado con sus orígenes, pero también con aquellos que no son como ella. Mientras que la primera novela nos sitúa y nos enseña el mundo, cómo funciona, quiénes habitan en él, cuál es su política; la segunda novela nos refleja más claramente los problemas que se desarrollan sobre nuestro mundo.

La cultura de Binti es africana, como hemos deducido todos al leer sus costumbres. Los koush que citábamos más arriba son los blancos, que rechazan a los himba por sus costumbres, pero que viven en comunidad con ellos. Ahora bien, no hablemos de las medusas. Uno de los temas de la novela, claramente, es el racismo, porque qué determina que somos diferentes a otro: ¿quiénes somos?, ¿donde hemos nacido?, ¿nuestra cultura?, ¿lo que hemos aprendido?, ¿lo que hemos cambiado?, ¿en lo que nos transformamos? Si todas estas preguntas os han pesado, imaginad cuando Binti descubre que no es el mundo contra su pueblo, solo, sino que es su pueblo contra otro pueblo, también.

En la novela vemos, algo que yo ni me podía imaginar –qué ingenua– que también hay racismo entre afroamericanos y africanos. Otro tema que se desarrolla es esa idea de superación intelectual que enfrenta lo tradicional, contra el progreso; lo cerrado frente a lo tolerante. En la novela los himbas, ese pueblo de cultura cerrada e hipertecnológico, a ello deben su relativa convivencia con los koush, discrimina al Pueblo del desierto, al que considera primitivo, vulgar y deshonroso. Sin embargo, este pueblo tiene mucho que enseñarnos y esto supondrá para Binti un conflicto nuevo, una manera más de crecer.

Sois muy inteligentes, pero vuestro mundo es muy reducido [...] Una de los vuestros consigue, no sé cómo, prosperar lejos de vuestra jaula cultural e intentáis cortarle las alas.

Conocer el mundo de otro modo

Como habéis, espero, visto esta novela me está enamorando y por ello os animo a sumergiros en sus páginas. Deseo profundamente que salga ya la tercera parte, me tiene muy ilusionada y muy feliz. Con Binti he aprendido cosas de una cultura que me es completamente ajena, como es la cultura más tradicional de algunos pueblos de África; he comprendido lo que es sentir amistad  y deseo de unirse al mundo, aunque este no termine de entendernos; y ante todo me he perdido en sus páginas. La autora americana no gasta palabras, no necesita adornos, su trama es tan potente y tan visual que nos deja sentados en la silla respirando el otjizek y rezando a las siete.

Las deidades son muchas cosas.