La paz... con uno mismo. Sobre De postre, venganza de Fernando Llordén Brota

Cuando el tema principal de una novela es la venganza, parece que lo obvio es hablar de ella. Ese sentimiento tan poco moral por el que creemos que es justo tomarnos la justicia por nuestra mano. Y tan mal no estará, cuando frente a una venganza directa (física), siempre planteamos que es mejor una de tipo psicológico. Cómo si la inteligencia nos salvara moralmente del ojo por ojo y del diente por diente. Pero no, no voy a hablar de la venganza, sino de la sinceridad. Cuando nos pasa algo, lo que sinceramente nos ocurre es que queremos una compensación del tipo que sea. Si nos han matado a alguien, lógicamente, nada nos devolverá a quien nos han arrebatado, pero como seres «racionales» priorizamos el orden del mundo y queremos un intercambio equivalente. La cuestión es cómo nos cobramos ese intercambio, porque haberlo tiene que haberlo, ¿no?

Este es el tema principal de nuestra novela de hoy que, además de destacar por el tratamiento de la venganza, destaca por una ambientación excepcional. La novela es De postre, venganza de Fernando LlordénBrota, autopublicado en Amazon. Fernando es un escritor alicantino y licenciado en filología inglesa, cuya primera novela, La deshonra de Mazzola (2017), fue una novela negra que sucedía en la Florencia actual. Sin embargo, con la novela que nos trae hoy aquí no solo cambiará de género sino también de época. De postre, venganza nos lleva a la América de principios del siglo XX (a 1900) en donde se acaba de estrenar la silla eléctrica para el cumplimiento de la pena de muerta y en donde, aún, la ley y el orden se desdibujan por el poder, la raza y el género.  

El siglo XX se presenta como una época de cambios para la sociedad que lo vive. El desarrollo industrial, los avances en las infraestructuras y la evolución de una sociedad que –sobre el papel– ha abolido la esclavitud es cosa del pasado para Jared Norwood, quien deambula por sus últimos días de vida entre las rejas de la prisión de Northampton. Una novedad, el cambio del método de ejecución, el paso de la horca a la silla eléctrica, determinará para Jared Noorwood un antes y un después. La oportunidad que le brinda este cambio le embarcará en la búsqueda de condena para quien mató a su mujer. Por el camino, mujeres abandonadas, casas aislada y fiestas locales que nos mostrarán una sociedad cambiante, que se resiste a estos cambios surgidos después de la guerra civil.

Pulsos a tres tiempos

Alguien está encerrado en una celda. El humo va invadiendo la estancia y poco a poco deja de poder moverse debido a la falta de oxígeno. Este hombre es Jared Norwood, condenado a la pena capital por haber matado a su mujer, pero él declara que no ha sido él e hizo prometer al sheriff de su ciudad que encontraría al culpable. Un año después, a punto de ejecutarse su sentencia, no hay más culpables y la prisión de Northampton está en llamas. Así comienza nuestra novela de hoy que desarrollará la investigación y ejecución de la venganza de Jared Noorwood. Para ello, la novela se coordinará en tres espacios narrativos, de los cuales obtendremos cada uno de los personajes que ayudarán a conformar la personalidad de Jared, su mundo y su destino.

De este modo, la novela comienza con su estancia en la cárcel, donde conocerá a Leon Reedy, un hombre negro condenado por matar al hijo de su capataz, y a Daryl Shaw, un psicópata de manual. Con ellos, veremos como Jared, aún siendo un preso pasivo, hecho por el cual el resto lo odiará, empieza a recibir influencia no solo de las realidades más ajenas a una persona corriente, sino también una nueva concepción del mundo desencantada porque intentando hacerlo bien o hacerlo mal parece que el resultado es el mismo. Si tuviéramos que definir lo que nos ofrece este escenario para Jared, sería desencanto y el desacato. 

Después, se nos llevará a la ciudad de residencia de Jared, Wendell, en donde se nos cuenta el día de la muerte de su mujer y su captura. Desde el minuto uno vemos que el pueblo decidió acusarlo y que la capacidad de defensa fue nula. Solo pudo apelar ante el sheriff los años de amistad que ambos tenían. Así, en esta parte se nos dan las causas de las novela y se nos presentan a los personajes que son el poder y la ley en la América de 1900: los sheriffs. El papel de estos será determinante ya que serán los que arrebaten a Jared la libertad y la felicidad en varios puntos de la trama.

Y finalmente, nos situaremos en el momento en el que se nos presentarán los resultados de estas causas y estas influencias. Jared tendrá una única oportunidad de hacer justicia a su mujer y él no pensará en desaprovecharla. A pesar de que Ellen, su colaboradora, le hará ver qué consecuencias tiene su manera de hacer justicia.

La novela me ha gustado mucho, porque adentrarnos en ella significa adentrarnos en una sociedad que, quizá desde el punto de vista europeo, se nos presenta mezclada, casi atemporal. El borde del 1900 supuso a nivel mundial un cambio de lo más o menos estático a la precipitación y si veíamos la guerra civil americana con rifles y caballos, cincuenta años después, encontramos una guerra mundial con metralletas. Justo ese paso tan gigantesco es lo que nos ambienta la novela. Jared es un hombre que lleva un año en la cárcel, que es hijo de un veterano de la guerra de secesión americana, y el mundo que se encuentra es un mundo donde la libertad se sigue peleando con la impunidad del poder. Y él es víctima de ese enfrentamiento, por eso mismo es acusado de matar a su mujer.

Pero, ¿qué nos vamos a encontrar? Pues una historia de humanidad, una historia violenta, pero ante todo una historia de un hombre que se transforma a sí mismo para que su mente sobreviva a ese caos que hemos descrito en el párrafo anterior. Para ello, nuestro autor ha empleado un estilo fluido con descripciones sobre la ambientación y los sentimientos de los personajes. Ambas características lo acercarán, bajo mi punto de vista, a la narrativa de Harper Lee, ya que la descripción de los personajes será muy humana, con todo lo que ello conlleva, no se corta en describirnos cómo un personaje se excita al ver a otro en un acto sexual, no tendrá problemas en ser gráfico con el aspecto de una persona maltratada. Y desde luego, no justificará ninguno de los comportamientos que encontraremos. Somos nosotros los que tenemos que lidiar con lo que sucede, al igual que le ocurre a Jared.

Poder e impunidad, poder y corrupción

Y llegamos a lo que más me ha gustado de la novela, sus personajes. Como acabo de explicar, una de las cosas que más me llamó la atención desde un principio fueron los tipos que nos mostraba. No voy a decir que no tuvieran dobleces, pero su novela no consiste en grandes giros psicológicos sorprendentes. No le hace falta. Su novela consiste en la configuración de una mente que comienza a caer por todo lo que le rodea.

Jared Norwood es un hombre de apariencia simple, como dice su mujer «solo es un barbero», y eso es algo que comenzará a pesarle cada vez más cuando se le da la oportunidad de vengarla. Lo que veremos en la novela es su evolución psicológica paso por paso, casi como si al principio nos dieran una tabula rasa y la novela pintara sobre ella a medida que el poder judicial, la justicia y la moral van fallando. Particularmente es un personaje que me ha gustado, pero con el que no comulgo. Jared no deja de ser el prototipo de hombre blanco americano, de ahí que hasta cierto punto justifiquemos sus decisiones y sus actos. Sin embargo, para mí, que la venganza se sirva en plato frío no significa que deba ser el postre.

Leon Reedy, por su parte, es uno de los personajes, que junto con Ellen, más me ha llamado la atención. Como decíamos arriba, está en la cárcel por matar al hijo de su capataz, pero cabe decir que este previamente había matado a los hijos de Leon por considerarlos animales. Como esperábamos, Leon tendrá su trama propia y reflejará la cuestión del conflicto entre blancos y negros y a su alrededor el autor, muy bien documentado, ha desarrollado los tópicos de la época. Una lectura dura, pero necesaria.

Debajo de la falda una escopeta

Finalmente, quería centrarme en Ellen Rimmel. Cuando nos enfrentamos a una novela de este cariz, la venganza de un hombre, y en este ambiente, la América de principios de siglo; esperamos encontrar a mujeres sometidas, y de hecho las encontramos. Esperamos encontrar a mujeres conformistas, y de hecho las encontramos. Pero no esperamos encontrar a Ellen. Ella es una mujer que huyendo de su marido, que la intenta violar (y por cierto la novela juega muy bien con el interrogante «si es tu marido, ¿es violación?» que se planteaba en la época), consigue librarse de él y termina en las «garras» de Jared.  A partir de ese momento ello no puede quedarse atrás, lo que significa que se pondrá ropa de hombre y aprenderá a usar la escopeta, que deberá proteger a sus seres queridos y que amará a su manera por encima de la ley y el orden. Y hasta aquí puedo leer

«Me llamo Ellen Rimmel, y he vivido toda mi vida en Phillipston, un pueblo [...] donde todavía viven mis padres. ¿Por qué no vuelvo con ellos?, te preguntarás. Paciencia, Jared.»

¿Qué más se necesita?

Pues nada más. Por mi experiencia lectora, lo que más dificultad comprende a un escritor es hacer una buena ambientación y Fernando Llordén lo consigue perfectamente. Su investigación y documentación de la época queda perfectamente refleja tanto en las ciudades, como en el carácter de los personajes. Además, como decíamos, la novela fluye perfectamente gracias a unos diálogos pensados y medidos, y a unos personajes con los que nos identificamos porque son humanos, y como tal, con lo bueno y con lo malo actúan. Lo recomiendo, sí y mucho. No hay mejor plato que el postre.

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