¡Hola a todes!
Como ya sabéis esta semana estoy celebrando el aniversario del blog y la verdad es que no puedo sino daros miles de gracias por los mensajes que me habéis mandado. Estáis haciendo que este cumpleaños sea súper especial.
No siempre me gustó leer, cuando era pequeña una amiga de mis padres me regalaba libros que yo leía y desechaba como si fueran magdalenas. Yo era de pelis, sin duda, podía ver una película mil veces (y no os creáis que solo Disney, Regreso al Futuro o Top Gun, por ejemplo, las vi al menos doce veces en una semana). Sin embargo, cuando tenía quince años conocí a uno de los profesores que más me ha influido. Se llamaba Antonio Castellote y gracias a él leer se convirtió en algo imprescindible para mí.
Parece que estos días no paro de hablar de mí, pero es que creo firmemente que los seres humanos vivimos en las historias. Sean libros o lo que nos sucede, no podemos dejar de ser seres que cuentan, que narran y viven el mundo. De ahí la importancia que doy a las historias, nos ayudan a vivir y crecer.
Por eso, no puedo estar más agradecida cuando me regalan una historia. El otro día fue el escritor Fernando Llordén quién obsequió al blog con un relato (aquí), hoy me complace presentaros ¡el segundo regalo del blog!
En exclusiva y para todos ustedes el relato inédito de José Rodríguez-Trillo
Objeto: Tarta de cumpleaños
María y la petición del reino de las tartas
María tenía dos ojos marrones. Sus piernas eran casi tan finas como sus brazos y sus dedos casi tan hábiles como su boca. María nunca había entendido por qué, en el reparto de las cosas del cuerpo, había partes que iban de dos en dos y otras, en cambio, de uno en uno. Su profesora de naturales solía culpar de todo a la evolución pero ella no estaba segura del todo. ¿Quién era la evolución para decidir que en lugar de alas debíamos tener brazos? ¿Quién había nombrado a la evolución reina de las cosas que importan?
María tenía un calendario y el imán de un barco pegado a él. Cada mañana,
al despertar, sus hábiles dedos hacían avanzar un día al navío, recorriendo así
todas las fechas de su mundo y descubriendo cada amanecer un nuevo territorio
por conquistar. Su profesora de historia solía decir que ya no quedaban lugares
por descubrir pero ella no estaba segura del todo. ¿Quién podía decir que no
había rincones ocultos esperando que alguien los visitara por primera vez?
Aquel día, María se había acostado teniendo once años y había amanecido con
doce. Sus dos piernas y sus dos brazos sumaban ya 4 380 días, los mismos que
sus ojos y su boca. Su profesora de matemáticas solía decir que todo podía
explicarse con los números pero ella no estaba segura del todo. ¿Quién podía
medir en cifras exactas cómo se sentía en aquel amanecer? ¿Qué clase de regla o
metro podía utilizarse para reducir a números los nervios que sentía en ese
momento?
Su madre había sido clara, como siempre que hablaba de las cosas
importantes. «Tendrás tu tarta de fresa favorita pero nada de meter un dedo en
ella antes de soplar las velas». Había dos circunstancias que su madre no
soportaba en este mundo, los rotos en los pantalones y las cosas hechas a
destiempo. «Existe un tiempo para cada cosa y una cosa para cada tiempo», solía
decir. María estaba de acuerdo pero, en ese momento, solo podía pensar en su
tarta de fresa y en el viaje que tenía por delante. El mismo que emprendía cada
año y para el que tenía todo preparado desde hacía días.
Había llenado la mochila con sus mejores chuches, una linterna, un cepillo
de dientes, una brújula y un lazo rojo de tela fina, todo lo necesario para el
viaje de ida y vuelta al reino de las tartas. Aún así, antes de salir de la
habitación, repasó una vez más el contenido de su vieja mochila azul. Debía ser
previsora para que todo saliera correctamente.
- Chuches: presentes.Todo el mundo sabía que el guardián del camino que conduce al reino de las tartas tenía una regla muy estricta: «Solo la dulzura evidente puede cruzar este puente». Por ello, María, que adoraba las cosas que rimaban, había seleccionado sus mejores y más sabrosas chuches para regalárselas al dedicado guardián.
- Linterna: presente.El reino de las tartas estaba lleno de luz y color, como era de esperar de un lugar hecho de ingredientes brillantes y repletos de sabor. Sin embargo, su abuela solía decir que lo mejor que se podía hacer con algo luminoso es preocuparse de cuidarlo para que siempre brillara más y más. «Nunca nadie se ha quejado de que algo sea demasiado bonito, demasiado feliz ni demasiado alegre», acostumbraba a decir, con toda la razón.
- Cepillo de dientes: presente.María tenía su boca repleta de dientes. Había días en los que llegaba a pensar que su lengua apenas tenía espacio para respirar debido a ese montón de trocitos de marfil blanco que sus padres y esa dichosa evolución habían colocado en su boca. Nunca tenía demasiado claro cuáles eres los molares, los premolares o los polares, pero su padre solía decir, con bastante frecuencia, que «un diente siempre es más valioso que un diamante» y María, que no tenía ni idea de por qué un diamante volvía tan locas a algunas chicas, se cepillaba los dientes tres veces al día con rigurosa puntualidad, sin excepciones.
- Brújula: presente.El reino de las tartas no conocía de señales ni carteles. Parecía lógico. Primero, porque perderse en un lugar lleno de dulces y ricos sabores nunca había hecho daño a nadie y segundo porque, en realidad, no había un inicio ni un fin en el reino de las tartas. No había un punto de partida ni un destino. ESTAR era lo importante. ¿Qué más daba hacerlo en el norte o en el sur, en el este o en el oeste? Sin embargo, si uno quería regresar a casa al finalizar el viaje, cosa muy recomendable cuando tienes la mejor familia del mundo, tenía que hallar la manera de encontrar la escalera vertical que conducía de nuevo al salón de casa. La brújula, por eso, se antojaba más necesaria que nunca.
- Lazo rojo de tela fina: presente.Desde pequeña había escuchado al gran Albert. T. Cake describir las miles y miles de escaleras que conducían desde el corazón de las tartas del mundo hasta la calle principal del reino de las tartas. A estas alturas, María sabía perfectamente que existía una escalera por cada tarta que se comía en el mundo, lo que hacía muy complicado distinguir cuál sería la suya y cuál la de una tarta que se estaba disfrutando en el otro rincón del planeta. Por eso, un lazo rojo de tela fina era totalmente necesario para identificar su escalera y poder regresar a casa antes de que el barco de su calendario zarpase hacia un nuevo día.
Con todo preparado, los nervios llegaron un segundo después de que el
despertador comenzara a sonar y para cuando sus padres y su hermana la
recibieron en el salón al grito de ¡feliz cumpleaños!, su corazón se sentía
como si hubiera cocinado dos docenas de flanes en su interior. Su abuela solía
decir que existían dos tipos de nervios: los bonitos y los feos, pero María en
esos momentos estaba demasiado nerviosa para clasificar el montón de flanes que
corrían por sus venas.
Las clases transcurrieron con desesperante lentitud. María habría jurado
ante el mismísimo rey de los relojes que algo había sucedido con el viejo par
de agujas del aula porque, por más que lo miraba, y no dejó de hacerlo en toda
la mañana, el tiempo parecía no moverse ni un centímetro de su punto de
partida. Finalmente, doce mil años más tarde, la sirena del colegio aulló y el
muy lento y antiguo autobús escolar llevó a María a casa, donde su familia
esperaba ansiosa.
Su abuela se había puesto la bata de los domingos mientras que sus padres y
su hermana mayor parecían incapaces de dejar de sonreír detrás del montón de
papel de regalo que aguardaba a unas diez uñas de sus doce años. María abrió
los regalos justo antes de comer y, como siempre, se sintió la niña más
afortunada del planeta por tener cada año un regalo más del que necesitaba en
realidad. Por suerte, ese adorable error que sus padres y su abuela solían cometer,
no tardaba en solucionarse pues, por cada nuevo juguete, María donaba dos de
los suyos a los niños que no disfrutaban de esa enorme suerte.
Además, el mejor y más alucinante de los regalos aguardaba siempre al
postre, cuando soplase las velas. ¡Qué emoción! Había al menos cien cosas en su
vida que podrían ser dignas de guardarse en la chistera de un buen mago, pero
el viaje anual al reino de las tartas las superaba a todas. ¿Podía existir algo
mejor que volver a ver a sus amigos? ¡No!
María tenía muy claras todas las preguntas que tenía que hacer y en el
orden en que debía hacerlas, algo muy importante cuando el tiempo es limitado. ¿Habría
conseguido Bastón confesarle a Gominola sus sentimientos? ¿Qué habría sido de
la decisión del Rey Nube de limitar el uso del azúcar en las chuches más
pequeñitas? ¿Habrían conseguido la Reina del chocolate y el Gran Maestro de la
nata llegar a un acuerdo sobre las proporciones ideales para una tarta de nata
y chocolate?
La comida transcurrió de la manera en que solían transcurrir las comidas en
familia. La conversación se movía de un lado a otro como si de un patinador
movido con cientos de hilos se tratase. El sabor del primer plato rivalizó, como
tema estrella, con el color de la nueva bufanda de lana que su madre estaba a
punto de comenzar. Las notas de su hermana se celebraron y también se brindó
por el nuevo puzle que su abuela había empezado y cuyo número de piezas estaba
formado por tres cifras, nada menos.
María tenía muchos motivos para sonreír pero aquellas comidas con su
familia ocupaban un puesto destacado en su lista de muchos motivos para sonreír,
junto con el Cola Cao con magdalenas, la tortilla de patata de su madre y el
olor a pan recién hecho de la panadería de la esquina.
Finalmente, entre grandes aplausos y con diez toneladas y media de nervios
en el corazón, su padre trajo la tarta de fresa a la mesa y su madre, con gran
habilidad, encendió la mecha para iluminar todo el salón al tiempo que le
colocaba la mochila a su hija pequeña.
El momento había llegado.
Todo el mundo guardó silencio.
Era el instante del deseo y la petición.
María era consciente de que mucha gente solía olvidar la segunda parte de
la vela de la tarta de cumpleaños. La mayoría se conformaban con cerrar los
ojos, pedir un deseo y soplar sin más. Su madre acostumbraba a decir que esas
personas solían ser las mismas que habían dejado de escribir cartas a los Reyes
Magos y que, por muy triste que sonara, no era asunto de nadie convencer a
nadie de las cosas mágicas y su existencia pero María siempre se ponía triste
pensándolo. Por suerte, ella conocía bien el orden: un deseo y la petición.
Respecto al primero, María no tenía ninguna duda. Su abuela había tenido
una tos algo fea las últimas semanas pero por suerte aquel momento de
preocupación había llegado muy cerquita de su cumpleaños. Bastaría con cerrar
los ojos y desear una rápida recuperación a su querida abuela para alejar de su
lado la tos y la enfermedad.
En cuanto a la petición, las palabras eran claras y concisas, palabra esta
que María había aprendido leyendo un libro de un montón de páginas y letras:
«Estimado Rey de las
tartas, os pido permiso para visitaros con la condición de que no morderé a
nadie, no robaré a nadie y respetaré los sabores y olores del reino».
Claro y conciso.
María tomó aire y miró a su familia. ¡Estaban todos tan emocionados! Con
mucho cuidado de pronunciar bien las palabras en su mente, pidió el deseo y un
segundo después, mientras el humo de las velas serpenteaba, pronunció la
petición con gran elegancia.
Un instante más tarde, el tiempo que tarda un latido en dar paso a otro, sus
padres se miraron orgullosos mientras la abuela repartía la tarta de fresa,
empezando siempre por su hermana mayor y recordando que era necesario dejar en
perfecto estado la porción de María para que la escalera vertical de regreso a
casa encontrara el camino.
Todos sonrieron satisfechos y felices. El reino de las tartas había vuelto
a abrir sus puertas un año más en la familia.
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Muchísimas gracias, José. Una vez más has conseguido que soñemos y nos trasportemos a otro mundo a través de las palabras. La historia me ha encantado, me recuerda a tantas cosas tan cálidas de cuando era pequeña que es un pequeño refugio.
Y a vosotros, espero que hayáis disfrutado del relato tanto como yo. Seguimos con los sorteos en Twitter e Instagram hasta el 30 de junio, animaos y participad, que es gratis ;)
Y a vosotros, espero que hayáis disfrutado del relato tanto como yo. Seguimos con los sorteos en Twitter e Instagram hasta el 30 de junio, animaos y participad, que es gratis ;)
Sorteos:
- De postre, venganza de Fernando Llordén en Twitter (aquí)
- La posada del pozo de Raquel Victoria en Instagram (aquí)
- Eres revolución de Javier Tenllado en Insatgram (aquí)
- Rebelión Z de Jennifer Montero en Twitter (aquí)
- La chispa adecuada de Estelan Sánchez en Instagram (aquí)
No sabía que estabas de aniversario de tu blog. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminar¡Mucho ánimo para seguir adelante con tu proyecto !
¡Besos!
¡Hola!
EliminarMuchas gracias, espero que sea por mucho tiempo.
Un besote!! ^,^!!
Hola Laura.
ResponderEliminarMuchas gracias por el relato, me gusto mucho.
Nos leemos. Besotes
¡Hola, Emi!
EliminarLa verdad es que es una historia muy bonita y especial. Gracias por pasarte.
Un besote!! ^,^!!
Hola Laura! Me encanta cómo has enfocado el aniversario del blog, es genial que puedas incluir relatos de autores. Es una buena manera de conocer nuevos escritores, por ejemplo, el relato de este post me ha encantado y nunca había oído hablar de el autor.
ResponderEliminarUn abrazo enorme
¡Hola, Sophie!
EliminarGracias! Pues el autor de este relato es estupendo sus novelas de fantasía están geniales. A finales del mes de julio sacaré la reseña de la segunda parte de una trilogía que está escribiendo y de verdad, es estupendo. Te lo recomiendo. Además, he de decir que es gracias a ti a aquel grupo que formaste de blogs pequeñitos que nos dio fuerza para seguir adelante.
un abrazo!!!! ^,^!!
Hola guapa, madre mia que de cosas, voy ya mismo a tu insta y a twitter a ver si llego para participar en todo, que bien lo del relato de José Rodríguez-Trillo, es un autor al que no conocia pero ahora estare pendiente tambien de el gracias al relato que nos has dejado! besos
ResponderEliminar¡Hola!
EliminarMe alegro de que te haya gustado el relato. Corre que hasta el 30 de junio todos los sorteos están activos. ^,^!
Un saludo!! ^,^!!