[LC] Sobre sobornos, expropiaciones y un toque de ambrosía. ‘Los muertos no pagan IVA’ de Sergio S. Morán

La verdad es que muy al día estaba llevando mis reseñas para la cantidad de trabajo que tengo. Esta semana ha sido imposible y, como saben algunas compañeras, el fin de semana estuve regular a causa del agotamiento. Por eso el lunes pasado no tuvimos Lunes de LC, bien lo siento, pero al menos lo podemos traer hoy.

Hasta hace más bien poco yo no era partidaria de la literatura de humor. Sé que puede sonar a tontería, pero pensaba que no habría libro capaz de hacerme reír, hasta que descubrí a Pratchett. Con él se me fue un poco la tontería, aunque es verdad que no he encontrado otro autor de humor que me gustara tanto, por eso cada vez que hay alguna propuesta de este estilo me lanzo sin dudar.

Si Pratchett es fantasía, esta vez me tocaba género policíaco y la verdad es que ha estado a la altura de lo que necesitaba, aunque como en todo hay matices. La obra en cuestión es Los muertos no pagan IVA de Sergio S. Morán, un nuevo caso de la detective Parabellum que he podido leer en mi primera Lectura Conjunta con Oasis Literario, un club que cabe decir que me está gustando mucho.

Verónica Guerra es detective paranormal. Es a quien recurres cuando intentas cazar gamusinos o cuando un licántropo intenta cazarte a ti. Es dura, con recursos, imparable, y necesita unas putas vacaciones.

Acompañaremos a la detective por Madrid, lejos de monstruos, tiroteos y demás rutina. Pero su paz se verá constantemente interrumpida por corrupciones inmobiliarias, saqueos de conventos y tráfico de almas.

La detective tiene que enfrentarse a la cruda realidad: su pasado y sus enemigos no la dejarán descansar.

Ni muertos.

La historia del retiro involuntario

Verónica está muy cansada, pero, hay que reconocerlo, es adicta al trabajo, así que cuando su contacto en la iglesia, el padre Canastos, le dice que ya, que se termina la investigación para ella, al menos un tiempo, Verónica no toma sus vacaciones como algo merecido, sino como algo forzoso. Y tiene que parar en Madrid y, por cosas del ¿destino?, se tiene que quedar más tiempo que la noche que tenía planeada. Y se lía, porque va a comer las croquetas de Raimundita y aparece un phooka y le persigue una mujer lobo y tiene una cita. ¿Pero qué embrollo? ¿Eso son unas vacaciones?

Lo cierto es que ha sido mi primer contacto con la detective Parabellum y no puedo decir que haya sido una historia desagradable. Alguien está robando reliquias de las iglesias, pero cuando la cosa se complica mandan de Verónica a descansar. Sin embargo, como en toda buena novela de humor, cuando la protagonista quiere no hacer algo termina haciéndolo.

Así la trama nos lleva por un Madrid paranormal, donde los seres más particulares de todos los mundos sobre-, anti- y paranormales se reúnen en puntos estratégicos que, como buena detective paranormal, Parabellum conoce. Frente a ello, encontraremos a una Verónica que intentará, con más ahínco que nunca, tener una vida (o al menos unos días) normales. Su drama no estará tanto en sus vacaciones forzadas, sino en que estas vienen porque todo su alrededor sabe que está obsesionada con el trabajo. Por ello, decide salir a tomar algo con gente, aunque como os imaginaréis las cosas no terminan como esperamos.

De este modo entramos en la nueva investigación con una fusión entre Parabellum y Verónica que la llevará a enfrentarse a una de las mayores multinacionales de Madrid. Empresa que no es solo turbia en el mundo del más acá, sino que parece que también en el del más allá. ¿Acaso hay que hacer contratos a zombis?

Verónica Guerra, detective paranormal 

Cuando nos adentramos en una novela con cierta vis cómica tenemos dos caminos que tomar: o el conjunto del mundo es delirante, o lo es la trama y tu protagonista. En el caso de Sergio S. Morán encontramos una combinación que a mi parecer le ha quedado como uno de esos caramelos de ambrosía que cita en la novela.

En primer lugar, el punto de partida de «detective paranormal» nos lleva por un camino ya incierto para nosotros, tomado como algo serio podríamos estar ante una novela de terror, pero relativizado puede ser algo muy divertido, y este es el camino que toma nuestro autor.

A esto le vamos a añadir el ingrediente un personaje principal, femenino, con una personalidad muy fuerte y con todas las características que se atribuyen a un detective privado: con vicios, martirizada por sus casos, obsesionada con el trabajo, un poco manipuladora, etc. Sin embargo, y para mi alegría, no encontramos a una mujer masculinizada, sino a una mujer con una serie x de características. 

Creo que es un personaje en este sentido muy creíble, al que añadimos que sufre, es herida y suelta por esa boca lo más grande como haríamos cualquiera ante determinadas situaciones.

Con esos dos ingredientes, entonces, encontraremos una novela que basa su humor en el «no puede estar pasando esto» y el «por qué a mí» junto con aspectos de nuestra más rigurosa actualidad: las obras del metro, las expropiaciones, multinacionales feroces, etc. El humor es esa sonrisa que se nos saca por algo que reconocemos cómo terrible en la realidad, relativizado por fantasmas, zombis, etc. y una detective con un par de ovarios ante ello.

Un solano de café

Eso sí, la perfección no existe, ni en el mundo para normal y en este caso lo que me ha podido ha sido el ritmo de la novela. Como comenté en el grupo de lectura, no me sale mejor metáfora para explicar lo que me pasa con el libro que decir que es como un caramelo de café. 

Cuando comienzas la novela es adictiva y engancha mucho gracias a la extrañeza que produce el mundo y las particularidades de nuestra querida Parabellum. Sin embargo, a medida que continúas, te sigue gustando, mucho, pero no sabes por qué no acaba nunca. Lees y lees y el caramelo sigue ahí tan rico como siempre, pero eternizándose. Eso es lo que pasa con la novela, soy consciente de que en ningún momento dejé de disfrutarla ni de divertirme, pero no se acababa nunca.

La novela es muy densa y no creo que le sobre nada, pero concentra mucha información y referencias en poco espacio y eso agota cerebralmente hablando. Vaya que casi habría que tomar los caramelos de remolacha que toma nuestra detective.

El humor necesario 

De todos modos, el humor es necesario. Creo que Los muertos no pagan IVA es una novela que te saca la sonrisa por lo desquiciado que se presenta todo lo malo que conoces. Al final los zombis no somos sino nosotros, las expropiaciones no son otra cosa que los desahucios y los problemas que tiene Verónica (chicos, obsesión por el trabajo, relación madre-hija) son los problemas que encontramos nosotros cada día. A ello le añadimos una trama y una investigación que se va forjando a paso lento pero firme y unos personajes con un carácter fuerte, creíble, con su punto canalla y su tontería en la lengua. Una novela para reírse en la cara de la realidad. Espero que os guste.

El libro en el Bolsillo

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