[Reseña] No te fíes de la luz. Sobre ‘Nocturnalia’ de Joel Santamaría

El mundo romano es uno de los frecuentes de nuestra literatura. Quizá, siempre con un tinte histórico, siempre con un tinte político y siempre muy cerca de las etapas más conocidas; esta ambientación gusta por el detalle y el morbo por lo desconocido. Sin embargo, a veces da la sensación de que el dicho «una vez conocido uno, conocidos todos» se cumple con el género de histórica romana; por ello sorprende cuando hay autores que se atreven a fabular dentro de esa época y a alejarse un poco de la política.

Nuestro autor de hoy, Joel Santamaría, nos propone una obra en la que lo histórico y lo fantástico se fusionan en la ciudad de Tarraco. En forma de carta comienza Nocturnalia, publicada por Espasa, una historia de romanos y… algo más. Espero que os guste.

Año 280 d. C. El centurión Constante Barsemis, con su liberto Elio Rodrigo, entra en la decadente ciudad de Tarraco para visitar a su hermana Valentina. Su cuñado, el edil Julio Natal, le pide que le ayude a resolver unos misteriosos casos en los que familias enteras han sido cruelmente masacradas; casos relacionados con otro similar que el centurión presenció tiempo atrás en la remota ciudad de Palmira.

Ambos ignoran que se están adentrando en una trampa mortal. Constante y su cuñado investigarán las terribles muertes y descubrirán un mundo oculto de hechiceros y brujas  que devoran carne humana y practican la nigromancia, resucitando a muertos para sus oscuros fines.

Nocturnalia es un viaje bien documentado a uno de los periodos más desconocidos del Imperio Romano, el de finales del siglo III. Un periodo turbulento repleto de caos y confusión en el que proliferaban los cultos mistéricos orientales, la magia negra y la adoración a las divinidades infernales.

Sincretismo cultural

Constante, centurión romano, acude a Tarraco a la llamada de su hermana y su cuñado Sucesos extraños están acosando a la aristocracia del lugar y puede que Constante pueda dar con la clave. Sin embargo, cuando él y Rodrigo, su liberto, llega a la ciudad y a la casa de sus familiares la cuestión se presenta más grave de lo que esperaban. ¿Acaso los muertos pueden volver para vengarse?

Sin embargo, no será algo que sepamos desde el principio. A medias investigación a medias historia de fantasía, la historia nos lleva a Tarraco a tratar unos asuntos extraños en la casa del centurión Constante. Junto a él, su liberto Elio Rodrigo acude para descubrir que la brujería y los cultos mistéricos están asolando la ciudad. De este modo nos embarcaremos con ellos en una historia donde se mezclan la cultura romana y las orientales, Arabia, Germania e Hispania; para descubrir cómo es posible que las grandes familias de la ciudad mueran en extrañas circunstancias.

Para ello, la historia se nos presenta como una carta que alguien escribe a la diosa del inframundo informándole de estos hechos. A su vez, se nos ofrecerán la perspectiva de Rodrigo como foco observador no solo de lo que le sucede a los aristócratas, sino también de las intrigas de los esclavos.

Rigor documental

Sin embargo, no será este inicio lo que llame la atención, ya que la obra se demora en su suspense y lo va dosificando poco a poco, sino la ambientación de la ciudad de Tarraco. Nos situamos en el siglo II, el imperio romano está en decadencia y en las grandes ciudades de provincias se intenta luchar contra este hecho acentuando sus costumbres y maltratando a los que desvían de ellas.

De este modo, no solo veremos la documentación en cuando a los personajes, las costumbres o el ejército, sino que también veremos una descripción detallada de la ciudad, de los juegos, de los juicios, etc. Estas hacen que el lector se meta en la lectura, por supuesto, pero quizá en alguna ocasión sí que, para mí, se ha ralentizado la lectura por ese, incluso, exceso de detalles. No obstante, es cierto que la vida cotidiana se desarrolla de una manera muy sencilla, cosa muy muy importante, ya que serán la clave de la obra.

Inclusión de lo fantástico

Quizá, cuando nos introducimos en una obra en la que la ambientación es tan comprobable y tiene tanta trayectoria como tópico en la literatura; meter los elementos fantásticos puede ser algo arduo, sin embargo, creo que el autor consigue que la fantasía se fusione bien con el mundo que conocemos y que, además, tenga todo el sentido del mundo.

Lo consigue, bajo mi punto de vista, porque aunque la cuestión es central en la obra, no la sobreexpone ni la hace aparecer como un espectáculo. Al principio se centrará mucho en ese mundo romano, su ambiente…, pero poco a poco irá introduciendo elementos árabes, ideas germanas, reflejando muy bien ese sincretismo que existía y que mencionábamos más arriba. De esta manera, el lector poco a poco comienza a flexibilizar su idea de lo conocido y para cuando la fantasía inunda la obra tiene todas las claves para asumirla.

Luz y oscuro

En este sentido, la obra me ha gustado mucho porque no me he sentido violentada por esa ruptura de la historia. Sin embargo, sí que me han incomodado más, sobre todo, los personajes femeninos.

Sin querer hacer spoiler, la representación que encontramos de la mujer es la típica de la época, sin embargo, cuando aparece una mujer poderosa, esta lo es en lo terrible. Cuidado que hay que reconocer que igual que sucede esto a los personajes que deben condenarse, se condenan, más allá de su status en la obra. La justicia divina prevalece y quizá sea mi razón la que me ha confrontado a esto.

En cualquier caso, cabe decir que el final, si no sorprende por el descubrimiento, sí que recoge todos los cabos, los ata y sorprende por lo que sucede en sí.

Lo dicho, es una obra que me ha gustado en cosas y en otras me ha costado un poquito, sin embargo, es una novela que merece mucho la pena. La inmersión en ese mundo romano mistérico del que casi no tenemos noticias en la literatura se refleja muy bien y de manera cuidada, detallada y muy accesible en la obra. Os animo a adentraros en los misterios de la Noche.

El libro en el Bolsillo

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