[Reseña] Y si somos el fin del mundo. Sobre ‘La última luz de Tralia’ de Isa J. González

No sé cuántas veces os habréis sentido solos a lo largo de vuestra vida. Yo estoy en ese momento en el que empiezo a acusar los años, aunque no lo parezca, y he de decir que han sido muchas veces. Algunas por estar de hecho sola físicamente, otras rodeada de un montón de personas y otras porque me he aislado de todo y de todos. Todas esas veces he caído en la melancolía, pero también me han enseñado que no pasa nada por estar solo, a veces, y ahora es algo que necesito para poder reconfigurarme. Sin embargo, necesitamos estar con los demás en algún momento.

La novela que reseñamos hoy aquí nos lanza a esa idea de soledad en varias vertientes. La obra es La última luz de Tralia de Isa J. González publicada por la editorial Crononauta. En el Celsius pude hacerme con él y que la autora me lo firmara, así que agradezco un montón a Isa que me dejara atracarla en las escaleras detrás de la caseta de Crono. Espero que os guste.

Kenichi flota en el espacio. La nave en la que viajaba ha sufrido un accidente, y él parece el único superviviente. Su deriva es también la de una civilización casi extinta que busca un nuevo hogar en las estrellas. Su mensaje de socorro: un pequeño pulso en el vacío.

La suerte parece cambiar cuando otra nave acude a la llamada, pero pronto descubrirá que su salvación le pone frente a un nuevo desafío. La nave que le recoge pertenece a la raza zestiana, con quienes compartían Tralia, su planeta de origen, y ahora, una vez más, ambos pueblos vuelven a compartir destino.

La historia de dos pueblos

La nave de Kenichi ha sufrido un accidente. Él es el único superviviente. La misión, su destino, ya todo da igual porque no queda nadie más que él, sin embargo, lanza una llamada de auxilio al espacio. Una nave acude a su llamada, los zestianos, el otro pueblo de su mundo, Tralia, con los que siempre estuvieron enfrentados y, sin embargo, le salvan.

A medida que las naves se acercan y finalmente nuestro protagonista es rescatado, vamos viendo el aumento de tensión de esta novela de ciencia ficción con mucha parte social. En ella, seguiremos los pasos de Ken en la nave zestiana así como su relación con los miembros de la misma; entenderemos sus conflictos, sus necesidades y sus temores en una ambientación espacial que nos trasmitirá perfectamente la inmensidad y soledad del espacio.

La interacción

Lo primero que nos establece la novela como punto narrativo es la relación que Ken, un traliano, tendrá con los zestianos. Recordemos que nuestro protagonista es el único de su raza en esa nave, por lo que tendrá que enfrentarse a la desconfianza que unos seres diferentes a él, tanto en el físico como en la manera de comunicarse, le producen. El proceso, como os imaginaréis, es muy duro porque la necesidad de supervivencia le hace convivir con ellos, pero las rencillas en el plante natal, las cuestiones que ha aprendido culturalmente son aún difíciles de superar.

Por su parte, los zestianos, en su multiplicidad, no se lo pondrán fácil. Debido a su método de comunicación podrán saber en cualquier momento qué piensa Ken, sin reciprocidad, y ante la interacción con una raza que los ha despreciado encontraremos un gran abanico de interacciones. Ahora bien, no se nos deja de referir, de cierta forma, que los zestianos están más abiertos a convivir con él, quizá porque son más o quizá porque su vida está a punto de acabar, y en ese contexto encontraremos a Rune.

La interacción con este personaje será de gran intensidad. Una combinación de desconocimiento mutuo y de no saber respetar los límites llevará a Ken y Rune a tener una relación complicada y diversa que desembocará en algo que puede poner en peligro a ambos personajes.

La necesidad

Como comentaba más arriba, quizá los zestianos se relacionen con Ken por necesidad. En las primeras páginas de la novela sabemos que, en su misión, la de los dos pueblos, encontrar un lugar donde poder habitar, ya que Tralia está muriendo, los zestianos han enfermado y sus esperanzas están en llegar al siguiente planeta que les ofrezca posibilidad de colonización.

En este sentido, podemos entender la narración como desarrollo interesado, pero, aunque se incide mucho en esa necesidad de los zestianos, en mi opinión, creo que Ken también muestra esa necesidad y ese interés. Al fin y al cabo, necesitaba que lo rescataran y a dónde quiere llegar es al mismo sitio que sus nuevos compañeros de nave.

A pesar de que esta idea va a ser una constante en la trama, me gusta pensar que podemos dar un paso más allá y ahondar en el por qué de esos valores: necesidad-interés, uno-otro, multitud-soledad.

De los primeros ya he hablado, pero me he dejado la parte de la soledad. En la novela creo que se puede ver muy bien a lo largo de todos los sucesos que da igual con quien estemos o cómo estemos porque hay un punto (en el día, en la vida, en la inmensidad) en el que nos quedamos nosotros con nosotros mismos. El abismo que se abre ante esta realidad nos lleva intentar estar con otros seres humanos, sin embargo, es vital aprender a estar solos. Creo que, como podemos ver sobre todo con los personajes de Tyra o de Rune, es tal esa idea para poder presentarnos a los demás tal cual somos.

Ciertamente, en la novela hay mucho más: motivaciones, secretos, relaciones; pero creo que es una buena perspectiva para poder entender tanto a nuestros personajes como el porqué del final de la novela. El porqué, al final, da igual.

Equilibrio hacia un lado

Cuando llegas al final de la novela, tienes bastantes puntos claros sobre los personajes, así que queda ocuparse de la trama. Hace unas semanas me comentaba una amiga que el final no le convencía porque se resolvía muy rápido. Sin embargo, a pesar de que sí que veo cierta descompensación en el equilibrio al final de la obra, creo que termina en el momento exacto donde se nos lanzan las preguntas que nuestros personajes ya han ido resolviendo.

Creo que esto se debe al estilo enigmático de la autora, que expresa todo de manera sencilla y clara, pero de una forma que no puedes dejar de pensar que hay otro mensaje debajo. No significa que sea difícil la lectura, es que sabes que te están hablando de más o cosas o que, al menos, está tocando fibras en ti que en un principio no parecía que fueran a ser tocadas.

Por todo ello, os recomiendo que si no habéis leído a Isa J. González, os lancéis a la lectura de esta su primera novela. Ha sido un descubrimiento, ha sido un reencontrar la soledad y ha sido entender problemáticas que están ahí, que no soluciones para ellas. Espero que os animéis a leerlo.

El libro en el Bolsillo 

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